miércoles, 30 de diciembre de 2015

Colirrojo tizón- Black redstart (Phoenicurus ochruros)

Aunque no sea la época más idónea para fotografiar en bebederos, el calor y la falta de lluvias que hemos sufrido este atípico otoño, ha hecho que dicho lugar sea uno de los más visitados, incluso más que los comederos. No sé si será cosa del famoso cambio climático o del Niño, que por cierto podría ya dejar de joder, o que será, pero lo cierto y verdad es que ha transcurrido el otoño prácticamente sin caer una sola gota de agua. Es curioso ver especies típicas del frio invierno en mangas cortas y con calor, pero eso es lo que hemos tenido este otoño, parras brotando, almendros en flor y prácticamente una otoñá nula, incluso el día 26 de este mes de diciembre, una culebra de herradura tomaba el sol en las piedras de mi bebedero, vamos "pa cagarse", y perdón por vulgaridad pero es que no encuentro otra expresión mejor en este momento. 
Pero bueno, la naturaleza sigue su curso y como he dicho antes las especies típicas invernales no nos han dejado de visitar, y como estrella principal, como otros años, el colirrojo tizón ha sido el que más se ha paseado por la alfombra de piedra del bebedero. Lástima que no se ha dejado ver ningún machito con su traje tiznado. 
Feliz año a todos y que sigamos viéndonos en el campo.

Curioso ejemplar con unas cejas muy pronunciadas












Ecija, 30 de diciembre de 2015

Pablo Reina

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Carraca europea- European roller (Coracias garrulus)

Cuando el viento solano convierte las tardes de verano en una autentica tortura y la temperatura no baja de 48º, un rayo azul surca el cielo de los campos andaluces y nos refresca la vista contrastando con el color pajuzo de las alpacas. 
Es la carraca europea que nos visita en los meses estivales. Una autentica gozada para la nuestros ojos.





Ecija, diez de diciembre de 2015


                                                                                                                                 Pablo Reina

martes, 13 de octubre de 2015

Berrea

A pesar de la poca lluvia que aun había caído en este inicio de otoño, los ciervos no dan tregua. El calor que hasta ahora hacia no había amedrantado a los galanes a intentar conseguir  su propio harén, y por supuesto no iban a permitir los viejos machos que ni una sola de sus hembras se le escapara, por lo tanto la diversión como cada año estaba asegurada.
La sierra siempre esta bonita, pero faltaba “la otoñá”, ese verdor y olor a romero y lentisco, a jaguarzo y matagallos, a niebla matutina, a encinas chorreando agua por sus ramas, a verde y a humedad al fin y al cabo. Pero el sonido impresiona, recuerdo la primera vez que la oí me produjo ese mismo estado de estar en el sitio equivocado, de no ser tu sitio, de violar la intimidad del monte. Repito, impresiona. Los bramidos de los machos desafiándose unos a otros por doquier te hacen sentirte primitivo, incluso salvaje.
Lástima que no pudimos fotografiarlos en plena faena, pero los grandes machos tenían sus harenes bien resguardados en lo más profundo del encinar. Cerca de la carretera pudimos disfrutar de varios machos y muchas hembras con los cervatillos del año pasado, pero los señores del bosque se mantenían a raya. También vimos algún que otro bareto  con la cuerna rota, seguramente al enfrentarse a un rival fuera de sus posibilidades.










Echamos de menos las grandes rapaces, solo vimos buitres leonados y un par de ratoneros. Tuvimos suerte y vi mi primer torcecuellos, al cual no pude fotografiar, y mi primer, también, pico picapinos al que si pude fotografiar. Los colirrojos reales y los papamoscas cerrojillos y grises tomaban descanso antes de su paso a tierras mas cálidas. Los mitos, urracas y rabilargos nos acompañaron a Miguel Pérez y a mi toda la jornada.




El calor del medio día le hizo buscar la sombra de una encina, los ojos se le cerraban mientras las moscas le hacían tensar los músculos. La berrea daba una tregua. Aguanto varias horas a la sombra, tranquilo, rumiando lo poco que había comido esa jornada. A lo lejos otro macho berreo, dos más le contestaron. Despacio se levanto y después de lamerse la herida de alguna refriega caminó despacio hasta trasponer la loma. Sentí el berrido cerca, atronador, pero no pude disfrutar de la imagen que perseguí durante toda la jornada. No me hizo ese regalo y sentí que sobraba en aquella historia.











                                                                                   Écija, 3 de septiembre de 2015


                                                                                                                 Pablo Reina

viernes, 18 de septiembre de 2015

Ruta a la Doñana visitable

Casi con un año de retraso, os dejo la crónica de un día de finales de noviembre  en la Doñana visitable como llaman algunos.
La aventura comenzó como Dios manda en la Venta del Cruce en la carretera de Puebla del Rio, con unas buenas tostás y un cafelito para coger fuerza, que falta nos hizo.
La primera parada la hicimos en la Dehesa de Abajo, desde la misma carretera a nuestra derecha la laguna de la Dehesa congregaba multitud de anátidas y a nuestras izquierda los campos anegados eran inspeccionados por cigüeñas, flamencos, moritos, espátulas, gaviotas, garzas y garcetas.
Dehesa de abajo

Dehesa de abajo

Gaviota reidora

Continuamos por la carretera hasta el vado de Don Simón, que en esos momentos lo cubría una escasa lamina de agua, giramos a la izquierda y nos adentramos en la pista que bordea a los arrozales de la zona.
Garcialla bueyera en el vado de Don Simon

 Las pista están bacheadas, pero no hace falta un todo terreno para circular por ellas, aunque nosotros llevamos uno, gracias a Dios. En el transcurso del recorrido observamos tarabilla, buitrones, jilgueros y bisbitas.
Hembra de tarabilla común

Bisbita pratense

Buitrón

 Las garzas, garcetas y garcillas también levantaban el vuelo a nuestro paso.
Garceta grande

 Pero los gansos y grullas, que tanto interés teníamos de ver, se resistían. Por fin pudimos observar un bando de grullas que se encontraba en un campo cercano. Los gansos lo vimos en vuelo, pues hasta no llegar a la Escupidera no pudimos disfrutar de ellos. En los canales pudimos ver algún que otro cormorán y somormujo con su discreto traje de invierno. Cerca del centro de visitante de José Antonio Valverde topamos con un aguilucho pálido.
Urraca

Cormoran grande

Grullas en vuelo


Aguilucho pálido 

Lo más destacado de la tarde fue la vista a La Escupidera, precioso sitio desde donde contemplamos a los gansos a una distancia considerable rodeados de gamos y ciervos. Los buitres nos sobrevolaban por doquier, y a lo lejos un nutrido grupo de ellos daban cuenta de alguna desdichada res ya cadáver.
Ansares 

Garza real

Juan Miguel García, Miguel Perez y Pablo Reina en La Escupidera

Grullas

En Huerta Tejada fue curiosa la concentración de lechuzas campestre que encontramos en las viviendas abandonadas que allí se encuentran.
lechuza campestre


Ya atardeciendo encontramos en los campos muchas cigüeñas blancas y negras y algún que otro ratonero.
Grupo de cigüeñas negras

Cigüeña negra

Pero la sorpresa nos vino cuando llegamos de nuevo al vado de Don Simón, el desconocimiento del peligro nos lleva a cometer imprudencias que en algunos casos nos puede jugar malas pasadas. Eso nos paso a nosotros, pues desconociendo lo subido que podía venir el brazo de la Torre no se nos ocurrió nada mejor que cruzar el vado. Al principio vimos que venía subidito, el agua nos llegaba a media rueda más o menos y continuamos, pero a medida que nos adentrábamos el agua fue subiendo y con más fuerza, pero ya no había marcha atrás, mirábamos al frente y no veíamos el final del vado. La única guía de referencia que teníamos para no salirnos era la ondulación que formaba el agua al saltar por encima del pequeño muro que recorre el vado, pues este muro no se veía. En un momento dado acelere el coche pues deseaba cruzar aquello lo antes posible y con el empuje, el agua nos subió por encima del capo, afloje y empecé a darme cuenta del peligro que corríamos. El agua nos llegaba a media puerta y seguíamos sin ver el final. No recuerdo que ninguno habláramos durante el trayecto, solo yo que dije  “esto no cuando se acaba”. Por fin vimos el final del vado y notamos que subíamos un poco. Al fondo varias personas con las manos en la cabeza nos hacían señas. Cuando salimos nos decían que estábamos locos, pero repito, no fue locura sino ignorancia. El motor estaba lleno de agua y de los bajos del coche sacamos tres albures que habíamos pescado durante el recorrido. Pasamos un susto muy grande y todavía cuando lo recordamos se nos pone los vellos de punta.
Juan Miguel García en el vado de Don Simón después del susto

El atardecer en la dehesa de abajo era precioso y más después del incidente del vado. Este estupendo y accidentado día lo compartí con Miguel Pérez  y Juan Miguel García.
Centro visitantes Jose Antonio Valverde

Centro visitantes Jose Antonio Valverde

Casa bomba

ruta realizada

Este año deseamos volver a recorrer sus caminos pues no esta tan lejos de Écija y los avistamientos merecen la pena.


                                                                                 Écija, 18 de septiembre de 2015

                                                                                                               Pablo Reina