sábado, 22 de marzo de 2014

No es mejor que te lo cuenten.

El hecho de que venga alguien de fuera y que te haga valorar lo que tienes es totalmente cierto. No apreciamos nuestro entorno más cercano. Preferimos hacer cientos de kilómetros para visitar lagunas y rincones donde una vez allí siempre nos acordamos que cerquita de casa están las mismas especies y con mejores oteaderos para verlas.
 Esta semana en el foro Gaovan han surgido varios comentarios sobre las visitas que varios foreros han realizado a la campiña de Écija y Osuna. Todos han quedado encantados de lo que aquí ahí, maravillados por la variedad de especies y el número de ellas. Es verdad que, aunque sea un tópico, estamos hartos de ver lo mismo, pero la naturaleza no es siempre la misma, ese pájaro no se encuentra en el mismo sitio, no se comporta siempre igual, la meteorología no es la misma, ni el aire huele igual. No me canso de repetirlo, salgamos, parémonos y observemos, de esa manera la naturaleza nos sorprenderá de alguna forma.
Salí este sábado, no muy temprano, sobre las nueve, el día era esplendido, nada de aire y un sol de justicia, demasiado buen tiempo diría yo. No quise entrar en las lagunas, pues tenía la ruta en la memoria y quería ir directamente a Ojuelos. Cogí la pista que une la carretera de Osuna con la de la La Lantejuela, no defrauda nunca esta pista y pronto vi un aguilucho cenizo, el primero que veo esta temporada, volaba a ras de suelo, como un velero deslizándose por el mar, de vez en cuando subía para caer de nuevo. Mas adelante cuatro abubillas parecían estar de tertulia con sus sombreros emplumados y esos trajes tan vistosos. En un llano donde paré el coche esperando ver alguna avutarda, también pude ver a  un macho de aguilucho lagunero con su traje nupcial, precioso por cierto, que como el cenizo surcaba los trigos, cerca de allí un  grupo de chorlitos doraros se calentaban al sol, a su lado aterrizaron un bando de sisones. En vez de coger camino de Ojuelos por matacán, decidí entrar por la pista de casa blanca. Los milanos volaban por todas partes junto a los laguneros. Otro macho de cenizo navegaba a favor del viento. Siempre que ando por allí, me paro en un camino que hay cerca de una finca donde mas allá, podemos ver un reducto de encinas, son solo cinco o seis, pero parece ser del agrado de las avutardas, pues siempre se encuentran en ese enclave. La finca tiene un torreón que domina toda la llanura, ¡quien fuera su dueño para desde él poder disfrutar del cortejo de esto grandes aves! Siete macho se lucían para unas tantas hembras. Podían verse claramente pues con sus pechos blancos como espuma marina, resaltaban sobre un mar verde de trigo, las hembras mas discretas solo dejaban ver sus cabezas. Mas adelante en la pista del AVE, una calzada con un roedor entre sus patas era acosado por un milano negro como si de un pirata se tratara y con su mayor corpulencia pudo arrebatarle la presa. Pero la mejor sorpresa la tuve cerca de ojuelos, mientras miraba a través del telescopio un pequeño grupo de gangas, un rayo cruzo veloz por el campo de visión, no era más que una simple collalba rubia, pero con su plumaje blanco, amarillo y ese negro tan marcado me hizo desviar la mirada hacia ella. En el cielo, en dos térmicas separadas varios kilómetros, mas de cuatrocientos milanos negros ponían rumbo Dios sabe donde, entre ellos se mezclaban algún que otro real. Los toros descansaban rodeados de estorninos y espurgabueyes, un milano negro aterrizo al lado de una vaca que plácidamente descansaba. En la laguna flamencos, cucharas, garzas reales, cigüeñuelas, avocetas, archibebe común, gaviotas sombrías y reidoras amenizaban las tranquilas aguas. Cuatro tarros blancos parecían no querer participar del bullicio y se mantenían dormitando en la orilla. Las golondrinas dauricas, no dejaban de pasearse en la orilla y recoger plumas para acolchar sus nidos. Al otro lado de las vías en el terreno pantanoso, los correlimos comunes, chorlitejos chicos y patinegros, agachadizas comunes, avocetas y cigüeñuelas no paraban de participar del festín que le brindan estos oasis. Unas pocas de avefrías dormitaban junto a un nutrido bando de chorlitos dorados. El paso del tren los despertó de su letargo y pusieron rumbo a ninguna parte.
Todo eso lo tenemos ahí, solo tenemos que movernos de nuestros sillones para disfrutarlo. No nos lo perdamos, merece la pena.
Parado sobre un poste un águila calzada  saborea la rata que momentos antes ha logrado cazar sin saber lo que se le viene encima. Detrás de ella volando raso un pirata negro la acosa haciéndole levantar el vuelo, el milano la persigue, la calzada, aun siendo mas pequeña, no esta dispuesta a dejarse arrebatar la presa y le planta cara, pero no tiene nada que hacer. El milano no se amedranta y consigue que esta suelte su botín, ya tiene el desayuno asegurado. A escasos metros un cenizo roza sus garras por el aun húmedo trigal.
Agachadiza común

Aguilucho lagunero

Aguilucho lagunero

Aguilucho lagunero

Chorlitos dorados
chor
Flamencos 

Gaviota reidora

Golondrina daurica

Milano negro descansa junto a una vaca 

Milano real

Triguero

Milano negro



                                                                 Écija, 22 de marzo de 2014
       

                                                                                      Pablo Reina