Hoy
es un día un poco atípico para pajarear. Es 28 de abril de 2013 y después de un
mes de marzo, considerado el más lluvioso que se conoce desde los años cuarenta,
y un calurosísimo abril con temperaturas de más de 35 grados, hoy hace un frio
del carajo.
Pero
del carajo total. Ha llovido algo por la noche y el aire norte ha echo
descender la temperatura casi veinte grados de un día a otro. No acompaña nada
la mañana, pero me encanta salir cuando el tiempo amenaza lluvia.
En
Ballestera veo como la tormenta avanza hacia mí. Los rayos desgarran el cielo y
este se queja tronando. Los pájaros la están esperando, se les nota. Las cigüeñuelas
y las gaviotas reidoras están tranquilas empollando en sus nidos. Los
flamencos, con el agua hasta la barriga, sumergen la cabeza, bueno, la cabeza y
el cuello en el agua para comer. Las fochas y los patos casi no se dejan ver. Algunas avocetas vuelan buscando
un lugar tranquilo y los andarríos chicos se persiguen unos a otros volando a
velocidades de vértigo.
Las cigüeñuelas en sus nidos soportan la lluvia de pedrisco |
Las gotas empiezan a caer, las primeras tímidas,
pero poco a poco van tomando confianza y el diluvio no pilla a nadie por
sorpresa. Lo que si pilla por sorpresa es la granizada que cae y parece que va
a agujerear la chapa del coche. Las cigüeñuelas en sus nidos soportan la lluvia
de pedrisco que les viene encima y saben que si se levantan algunos de esos
proyectiles podrían estropearle la puesta. A los flamencos parece no impórtales
mucho y siguen practicando submarinismo. El silencio que reina en la laguna
impresiona y solo es quebrado por el repiqueteo de los granizos sobre el vehículo Ha durado sobre dos minutos, parece poco, pero os aseguro que para
muchos de los pájaros que allí empollan se les habrá hecho eterno.
Amaina
la lluvia y vuelve la vida a la laguna. Las fochas y patos salen de sus
escondites y las cigüeñuelas se meten unas con otras, las golondrinas vuelan
rasas sobre la plancha de agua y como en el villancico beben y beben y vuelven
a beber. Los trigueros con el plumaje adornado de pequeñas perlitas de agua
vuelven a cantar y las lavanderas boyeras corretean por la orilla acompañadas
por algunos chorlitejos chicos. Una perdiz roja ha aguantado el chaparrón en
las rocas de la orilla y empapada parece un niño pequeño, desvalido, con los
ojos rojos de tanto llorar. Los flamencos siguen con su tarea, parece que para
ellos no ha ocurrido nada. Seguramente en este caso el tamaño si importa.
Una perdiz roja ha aguantado el chaparrón |
Los trigueros con el plumaje adornado de pequeñas perlitas de agua |
De
camino a Pedro López, en un charco del camino, una calandria se da un baño, como
si no hubiera tenido suficiente agua con la que ha caído y sigue cayendo. De
las cunetas, al paso del coche, salen de entre los cardos y matas de margaritas
las primeras terreras que veo este año. Están preciosas, tan claritas. Vuelan
unos metros y al pasar el coche vuelven a esconderse, no se vallan a manchar el
trajecito de fiesta.
En
Pedro López paro el coche en el mirador, con su cartelito de información de la
laguna y los dos cipreses que le dan sombra, parece que me encuentro en el
cementerio. Pero allí no hay muerte, solo vida, y nada mas tienes que mirar al
frente y ver esta pequeña laguna, tan poco conocida y a la vez tan bella. Al
contrario de Ballesteras, Pedro López esta llena de vegetación. En los pocos
espacios donde se puede ver el agua, se ven ánades reales y frisos, cucharas,
patos colorados, porrón común y fochas de agua. En otro clarito se reúnen una
buena bandada de gaviotas reidoras y dos calamones se esconden entre el tupido
cañaveral.
La
lluvia para y sobre mi cabeza vuela cantando incesantemente un buitrón. Me
adentro en tierras calmas, los trigales se mecen con el viento y el cielo
parece que se va desplomar sobre mi cabeza. Aun no hay rodadas de coches en el
camino y tengo la sensación de estar profanándolo.
Soy el primero en pasar hoy
por allí, por eso me gusta tanto pasear en estos días, el campo esta solo, no
se oye a nadie. Solo el viento y los pájaros. Paro el coche a ver si veo algún sisón
o avutarda, pero la tormenta los tendrá todavía asustados. Más adelante en una
vieja encina, fósil solitario de estas tierras, recuerdos de antiguas dehesas
donde las grullas descansaban y comían bellotas, dos elanios comunes descansan.
Mientras los observo un petardeo rompe el silencio, a unos cincuenta metros un
macho de sisón canta y un poco mas allá, una solitaria hembra de avutarda
levanta el vuelo.
Écija,
2 de mayo de 2013
Pablo Reina
Precioso relato aderezado con grandes imágenes. de 10 amigo Pablo. Un saludo
ResponderEliminarGracias Jerónimo por pasearte por mi blog y tener la paciencia de leer un relato tan largo. Saludos desde Ecija.
Eliminarmuy buena entrada gracias por compartir una mañana de pajareo un saludo
ResponderEliminarGracias Ferreiro, me alegro que te guste, ademas eso pretendo compartir mis salidas. Saludos desde Ecija.
ResponderEliminarReally nice account and some great photographs too.
ResponderEliminarThanks David, I'm glad you like my story. Greetings from Ecija.
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